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el Teatro Nacional se estremeció al ritmo de Hairspray, la euforia de los asistentes no se disimuló ante el derroche de talento actoral y técnico puesto en demostración en el escenario. El teatro musical sigue creciendo en magia y esplendor en cada propuesta y Hairspray es clara muestra de esto.
Se abre el telón y la dulce voz de Laura Leclerc en el papel de Tracy Turnbland nos anuncia que estamos en Baltimore del 1962 con su canción “Buenos Días Baltimore”. El trabajo de esta actriz es excelente, con soltura y gracia logra llevar con éxito total su protagónico durante toda la obra. Sus expresiones y movimientos hacen reír al más serio, llorar (o al menos sollozar) al más duro y sobretodo bailar al más arrítmico. El talento de esta joven ya no es una promesa, es una realidad, que demostró anoche que le queda un futuro brillante en las tablas dominicanas y del mundo.
Los personajes están muy bien logrados, siendo este elenco uno de los mejores castings realizados para cualquier musical dominicano. Cada actor asume con fuerza y gracia su personaje. Javier Grullón hace gala de un dominio formidable interpretando al Elvis Presley en potencia, Link Larkin, el talento de Javier es del tipo que en teatro se crece, se hace poesía, con gestos bien marcados y un desenvolvimiento escénico sin desperdicios.
La otra pareja de jóvenes que completa el cuarteto protagónico son Ivanova Rodríguez y Daniel Mejía. Ivanova está desde pequeña en las tablas y se desenvuelve perfectamente en canto, baile y actuación. Anoche esta joven probó que está hecha para vivir en el escenario, con su personaje logra alcanzar varios matices de manera orgánica y sincera, su interpretación de Penny pudiera estar entre las mejores que se han hecho de este personaje por la emotividad y dulzura que le imprime. Por otro lado, Daniel hizo su debut en las tablas con el rol de Seaweed y pasó con excelentes notas. Con su talento atrapa al público desde que hace su aparición y pone a funcionar su cadencia y gallardía. Este cuarteto es firme ejemplo de que hay talento de sobra y son orgullo de la juventud dominicana trabajadora y talentosa.
Los experimentados Frank Ceara, Robmariel Olea, Kenny Grullón y Cuquín Victoria brindan interpretaciones geniales, cómicas, afinadas y sinceras. Por su lado Claudia Sierra que es la primera vez hace teatro acapara la atención de los presentes con las dos canciones que tiene a su cargo “Grande, rubia y hermosa” y “Yo sé de un lugar”, logrando con esta última sacar algunas lágrimas en la audiencia. Claudia le aporta su potente voz a un personaje que por demás es ejemplo de fuerza y coraje, y con esto se asegura una carrera en el teatro porque demostró que se le da a la perfección.
Catherine Peña Sanlley, Karla Rivas y Yelitza Peña Sanlley sacan unas carcajadas del público y al igual que el resto del elenco encaran sus papeles con muchísima gracia. Estas tres jóvenes, dos de ellas veteranas y Rivas debutante, se merecen grandes felicitaciones por su dominio de la hilaridad que no es fácil de lograr.
Si alguien debe sentirse feliz es Irving Alberti que anoche alcanzó el peldaño más alto de su carrera interpretando a una mujer en sobrepeso, sumisa y con bajo autoestima que hace la transición a una que es segura de sí misma y que acepta su condición física. En el teatro es difícil lograr una evolución de un personaje que sea creíble en un corto lapso de tiempo y Alberti cumple con este cometido llevándose largos aplausos del público. Su Edna es empática, fluida y femenina.
En cuanto a la parte técnica se debe hacer un punto y aparte. Actuaciones, voces, música, escenografía, coreografía, luces y vestuario están magistrales. Nuryn Sanlley y Gracielina Olivero logran sacar lo mejor de cada actor. Nadia Nicola consiguió voces limpias, pausadas y claras, además de uno de los mejores coros que se han ensamblado en producciones locales. El maestro Dante Cucurullo lleva la música a los pies y manos de los actores, bailarines y del público que no para de moverse con cada canción. Fidel López con la escenografía y Emmanuel Ferry junto a Bienvenido Miranda con las luces hacen gala de una ambientación perfecta que transporta a la audiencia al Baltimore de los 60s de John Waters. Ana Karina Cuello se merece una ovación de bien por su coreografía que transmite mucho, resalta las canciones y está muy bien ejecutada por todo el elenco. Por último Carlos de Moya se consagra como un joven diseñador visionario, creativo y detallista con un vestuario que se lleva altos elogios de los presentes.
En fin, Nuryn Sanlley demostró una vez más que es una productora de altura, que sabe lo que funciona en el teatro. Su talento y experiencia son innegables, desde aquí nuestras más sinceras felicitaciones. Eso es tener confianza en su producto y luchar hasta alcanzar lo que se quiere.
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